jueves, 23 de abril de 2009

Conclusión

Hace cuatro días que vivo en este barco y, todavía, hay partes que no conozco.

lunes, 13 de abril de 2009

Día 4: Tierra firme


“El 20 de enero de 1502, el italiano Américo Vespucio, navegó por primera vez por las aguas del canal, bautizando la isla con el nombre de San Sebastián. Cuando Vespucio llegó, la isla estaba poblada por los indios Tupinambá que llamaban a la isla “Ciribai”.
Juntos a los barcos portugueses también llegaron los piratas…”


-Anunciamos a todos los pasajeros del Armonía que hemos arribado a las costas de Ilha Bella. Por favor, los pasajeros con los números 2, 3 y 4 deberán descender del barco por el puente 6. Muchas gracias.

…¿Piratas? ¡¿En estas costas hubieron piratas?! No puede ser. Debo haber leído mal.

“…mmm...Junto a los barcos portugueses también llegaron los piratas, que aprovecharon de la posición estratégica de la isla para esconder sus tesoros: según los relatos del inglés Anthony Knivete, el pirata británico Thomas Cavendish (1555-1592) habría enterrado en las arenas de la playa de los Castellanos, un fabuloso tesoro robado de la Vila de San Vicente. Tres siglos después…”


-Anunciamos a los pasajeros que los que tengan los números 5, 6 y 7 ya pueden dirigirse al puente 6 para descender del barco. Muchas gracias.

Este momento, sin duda, se convirtió en uno de mis preferidos. Abandonar el gran barco y subirse a una de las lanchas de rescate comandadas por Filipinos. Navegar a cientos de Km./h sobre aguas turquesas. Ver como la gente se marea, se descompone y se abrazan a los salvavidas que están debajo de sus asientos. Alejarse del gigante para pisar tierra firme.
Hace cuatro días que no camino sobre suelo firme y alguien ya se atrevió a anticiparme los síntomas que voy a tener en las próximas horas. Hace cuatro, que no hablo con nadie más que con extraños de todas las edades y países y ahora que lo pienso, también, hace la misma cantidad de días que no pruebo un chicle o un caramelo masticable. Estoy a punto de la hipoglusemia diría una amiga.
Creo que por como se puso la señora de chaleco fucsia ya es hora de bajar. En estos momento agradezco no haber venido con mi madre o mi abuela. Las señoras mayores se ponen un tanto nerviosas cuando ven que no hacen piecito y a mi me causa mucha gracia.
El doble de Michael Jackson, entrado en kilos obvio, me extiende la mano y me invita a bajar de la lancha.

Pie derecho, el izquierdo y un saltito para llegar al muelle.
Finalmente estoy pisando la arena. Por ahora, me siento bien. Ningun sintoma molesto, ni mareos.
Esto merece un trago para festejar.
Mi soledad y yo, allá vamos.