miércoles, 25 de febrero de 2009

jueves, 19 de febrero de 2009

Día 3: Noche de gala a la deriva

“No podés no llevar un vestido de fiesta. En estos barcos siempre hay una noche de gala”, me recomendó una de mis amigas. A lo que yo respondí: “¿Un qué? ¡Ni en pedo! No llevo un vestido de fiesta ni loca”.
Y así fue que el tercer día arriba del crucero me sorprendió con una noche de gala. Afortunado el momento en el que mi mamá manoteó el vestido largo; negro y lo puso adentro de mi valija. Los habitúes de cruceros aseguran que sacarse una foto con el capitán con look inapropiado puede ser considerado una ofensa.

Hoy es domingo 14 de diciembre de 2008 y son las 21:30 hs. Mientras mi familia come pizza, mi novio mira alguna película alquilada y saborea los restos del asado del mediodía. Mis compañeros de la revista se preparan para un lunes de cierre agotador y yo voy camino al Puente 6, más específicamente al teatro La Fenice, el lugar donde se hará el cocktail de bienvenida junto al Capitán del barco.

Esta noche me siento toda una celebritie. Estoy arriba de un mega barco, de largo, con una copa de champagne en mi mano, esperando para sacarme una foto con “Il Capitano”.
El teatro está repleto de gente. Los tragos, de distintas formas y colores, desfilan por delante de mis ojos. Yo, acepto gustosa todos y cada uno de ellos. Tal es así que, no sé si es el crucero que se mueve de nuevo o el alcohol ya hizo efecto en mi cuerpo y las consecuencias pueden llegar a ser vergonzosas.

La luz se apaga y una música de trompetas empieza a sonar. La enorme puerta dorada del teatro se abre y del otro lado aparece un hombre panzón, de pelo blanco y bigotes al mejor estilo Dalí. Saluda con su mano y manotea una de las copas de Amaretto que gentilmente pasea uno de los mozos.
“Señoras y señores con ustedes el Capitán del MSC Armonía, Antonio Siveiro”, anuncia una voz con gran énfasis. Demasiado, para mi gusto.

Los gritos y aplausos no tardan en llegar y el Teatro se colma, también, de chiflidos. Cientos de flashes disparan por segundo y la fila para sacarse una foto con El Capitán se vuelve interminable.
Por mi parte, en lo que va de la noche, ya probé un Martín Dry, degusté un Cosmopolitan y me sumergí, como quien no quiere la cosa, en decenas de copas de champagne.

Mientras espero mi turno, que demás está decir lo hago por una cuestión de “formalidad y respeto” hacia mi compatriota Il Capitano, miro al escenario donde, curiosamente, están distribuidos todos los marineros del MSC Armonía.
El barco empieza a moverse y varios de los pasajeros que están dentro de La Fenice amagan con caerse arriba de las butacas de cuero negro. Miro y cuento: si la memoria no me falla y el alcohol que vengo tomando en estos días no quemó mis neuronas, en el escenario están todos y cada uno de los marineros, capitanes e ingenieros o como quieran que se llamen estos tipos.

Después de esperar unos cuantos minutos llega mi turno. El barco se mueve otra vez y ahí es cuando me doy cuenta de lo que realmente está pasando a bordo. Antonio me toma de la cintura y me dice: “Ridi ragazza, ridi” y mientras El Capitán posa para la foto, lo miro y pienso: “Si El Capitán está acá... sacándose una foto conmigo y los marineros bailan arriba del escenario, entonces ¿Quién timonea el barco?”.

Trago saliva, miro el lente y, finalmente, sonrío.

lunes, 9 de febrero de 2009

Monologo del miedo


“Padre nuestro que estás en el c…padre nuestro que estás…padre nuestro que… ¿Puede ser que no me acuerde del padre nuestro?
850 millas náuticas faltan para llegar a Ilha Bella. ¿Y en Km? ¿Si bajo a la recepción alguno de estos tanos sabrá responderme cuántos Km. faltan para llegar a tierra firme?

La carta de presentación dice que este barco tiene 251 metros de eslora, 28.80 de manga y que, supuestamente, pesa 58.700 toneladas. Si hubiera entrado a Internet antes de embarcar, sabría que posibilidades hay de que este crucero se de vuelta.
No tengo ni la más mínima idea de lo que es la manga o la eslora y esto se mueve más que el zamba.

Voy a prender la tele a ver si pienso en otra cosa. Por ahí están dando una buena película. Por lo menos va a haber un poco de ruido dentro del camarote.
Hay que ver el lado positivo: estás en un barco, en medio del océano. Es de noche. Afuera hay una tormenta casi perfecta.
¿Qué te puede pasar? ¿Qué suene la chicharra? Eran siete las chicharras en caso de emergencia. Tenés un salvavidas re pro adentro del placard. De última te lo pones y al agua. Encima el camarote da al mar así que sólo tenés que saltar por el balcón.
Es obvio que no va a estar Leonardo DiCaprio congelándose en el mar, pero alguien se va a apiadar si te ve sola, tratando de sacar la cabeza para respirar.
Claro, si hubieras estado más atenta en el simulacro de emergencia sabrías como colocarte el chaleco, pero te colgaste como siempre a mirar no se qué.

Son las 22:30. El programa dice que a esta hora “el barco sale del Canal de Sâo Sebastiâo para meterse en la Bahía de Buzios y que a nuestra izquierda podemos admirar la Ciudad de Caraguatatuba”.
Ok. Le voy a pedir, a quién corresponda, que me devuelva la plata. Cierto. No pagué el pasaje. No importa. Igual. Quiero una remuneración por esto. Lo único que puedo ver es como golpean las olas contra el vidrio de mi camarote.
Ah, ok. ¡Re divertido! Las puertas del placard se abren solas y tengo que sostener los perfumes y las cremas porque se caen de los estantes del baño.

Mejor me acuesto. Parece que me hubiera tomado 15 capirinhas al hilo. No sé si la que se mueve soy yo o es el barco que no para de ir de un lado al otro. ¿Quién me mandó a subirme?

Sábado a la noche. Podría estar en Estación con mis amigos y mi novio, pero no.
La chiquita se quiso ir a un crucero y olvidó que una vez que embarcaba, aunque llueva, nieva o truene, no se puede bajar y ahora ¿Qué?

Ahora rezá un padre nuestro o encomendate a Poseidón para que esta cáscara de nuez no termine a la deriva y que, en caso de que eso suceda, las lanchas de salvataje alcancen para los 2.200 pasajeros y 700 tripulantes que viajan en esta “babel flotante”.
Quizás, lo que te convenga es hacerte amiga de algún capitán para que te salve el pellejo si este barquito se da vuelta como una tortilla.

Mañana a la mañana, si es que hay un mañana para vos, lo primero que haces es sentarte a desayunar al lado de algún marinero. Le contas que sos periodista y que necesitas saber algunos datos del barco para hacer una nota.
Ojalá pueda escribirla y que no sea otro el que titule sobre este viaje:


Diario Clarín: “Crucero naufraga en las costas de Brasil”

Blog de algún colega-amigo: “Ciao, ciao bambina…”

Crónica: “Como el Titanic, pero sin DiCaprio”.