viernes, 13 de marzo de 2009

Lugares encontrados

Despunta un atardecer soñado mientras admiro la inmensidad de este océano. Si no fuera porque estoy a bordo creería que este gigante intenta cubrirme con sus brazos llenos de espuma y secretos.
Me quedo absorta en el más absoluto silencio.


A esta hora, ya nadie queda sobre la cubierta. El bullicio se esfumó junto a la hora del té convirtiéndose en mi momento preferido arriba del barco. Camino lento por la cubierta tomada de la baranda. Me pregunto que pasaría si caigo al mar ¿Sonarían las sirenas? ¿Algún marino iría a rescatarme? Delirios que me permito tener mientras el crucero avanza hacia una nueva parada.

El viento sopla fuerte y se convierte en una melodía linda de escuchar. Pequeños islotes distribuidos azarosamente completan el paisaje.
Nunca antes me sentí tan sola y tan acompañada. Descanso en las escaleras de uno de los balcones del barco. Desde acá, la inmensidad de lo que existe en la Tierra es mucho más visible y temerosa.
Los pájaros pasan volando sobre mi cabeza y el sol empieza a esconderse para darle paso a su amiga la Luna.
Armonía. Así se llama el barco y eso es lo que siento en este preciso instante.

Al final del camino veo a una persona. No logro distinguir de lejos si se trata de un hombre o una mujer, pero evidentemente alguien más elige este lugar para pensar. Repite mis movimientos. Camina. Apoya su cuerpo y brazos sobre la baranda. Después toma distancia, estira su cuerpo y vuelve a la posición anterior.

Me acerco disimuladamente. Piensa. No puedo ver bien, pero sé que algo piensa. Me da intriga saber lo que piensa la gente cuando su cara lo dice todo ¿Viejos amores? ¿Nuevos destinos? Parece que el mar despierta sensaciones e inquietudes por doquier. Creo que es un buen momento para bajar los míos a una hoja de papel.

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